Por Samuel Enders, Club Rotario de Yonkers-East Yonkers, Nueva York (EE.UU.)
Puesto que crecí en la pobreza en Liberia, conozco de primera mano tanto la escasez de oportunidades educativas que sufren los niños de ese país como las ventajas que una educación de calidad ofrece a sus beneficiarios.
Soy el menor de nueve hermanos y sufrí la pérdida de mi padre cuando solo contaba dos meses de edad. Con frecuencia hube de rebuscar en cubos de basura en busca de algo que llevarme a la boca. Mi familia tampoco podía ofrecerme ropa, atención médica o llevarme a la escuela, así que a los 15 años solo contaba con una educación equivalente a la de un alumno de tercer curso de primaria. Mis dificultades se agravaron con el estallido de una sangrienta guerra civil que destruyó la economía y la infraestructura del país llevando terribles sufrimientos a su población. Desgraciadamente, mis experiencias infantiles son similares a las de muchísimos niños liberianos, y a las de niños de otros países africanos, incluso hoy en día.
Gracias a mi tenacidad y la Divina Providencia, tengo la fortuna de contar con una licenciatura en Liderazgo Organizativo y una maestría en Teología y Educación. Hoy resido en Nueva York y curso una maestría en Administración de Empresas, pero mi pasión y la causa a la que he dedicado mi vida es brindar a los jóvenes liberianos la posibilidad de escapar de la pobreza a través de la educación.
Fundé la African Dream Academy (ADA) en 2005. Durante el período 2005-2011, la ADA atendió a más de 6.000 niños liberianos durante varios períodos de dos semanas al año para inspirarles a alcanzar sus sueños y brindarles conocimientos que pueden poner en práctica en la vida diaria. En 2012 abrimos nuestra primera escuela a la que asisten 140 niños desde preescolar a cuarto de primaria.
Sin embargo, he debido aplazar temporalmente mi sueño de educar a los niños pobres de Liberia para hacer frente a un reto más urgente: mantenerlos con vida. La crisis causada por el virus del Ébola ha asestado un duro golpe a un país ya agobiado por la pobreza. En vez de regresar a Estados Unidos, como se nos recomienda a todos los voluntarios estadounidenses, decidí organizar un grupo de 347 voluntarios para visitar distintas comunidades e informar a sus habitantes sobre las medidas de prevención que deben adoptar y proporcionarles agua tratada con cloro para promover la práctica higiénica del lavado de manos. Muchas personas carecen de información sobre la enfermedad y no tienen acceso a agua corriente. Puesto que la escuela debe permanecer cerrada hasta que la situación se encuentre bajo control y el gobierno determine que puede volver a abrir sus puertas, nuestro plan es que los maestros visiten a sus alumnos en sus comunidades para entregarles sus tareas, calificar sus ejercicios y enseñarles en grupos pequeños.
Recibo llamadas de todo el país solicitando información sobre cómo protegerse del contagio y materiales para el lavado de manos. Hasta el momento, hemos llevado materiales y capacitación a 10.000 hogares en 20 comunidades. También hemos proporcionado alimentos de emergencia y asistencia médica a los estudiantes y profesores de la ADA, así como a la comunidad de invidentes. Hemos donado, además, una ambulancia al único centro dedicado a atender a los afectados por el virus del Ébola en el país, el hospital ELWA (situado aproximadamente a un kilómetro de nuestra escuela) ya que el hospital no contaba con ninguna lo que dificultaba aún más sus labores.
Como rotario, liberiano y ser humano, decidí pasar a la acción y marcar la diferencia. El reto al que nos enfrentamos es abrumador por lo que solicito apoyo a mis compañeros rotarios y a las personas de buena voluntad de todo el mundo. Gracias a sus contribuciones, nuestro grupo de voluntarios podrá continuar su labor.
Para contribuir, haz clic aquí. Agradecemos las contribuciones cualquiera que sea su importe.
Para más información sobre la African Dream Academy, visita nuestro sitio web. Para ver fotos de la campaña, visita mi página en Facebook.